¿De Primer Ministro a Estadista?

27 abril, 2020 , , ,
Donald Trump y Benjamín Netanyahu Foto archivo: Embajada de EE.UU. en Israel vía Flickr

La formación de gobierno en Israel ha sido un largo y duro proceso que aún no termina.  Hay un acuerdo entre el Likud y Azul y Blanco, con repartición de portafolios ministeriales, además de varios puntos en la agenda que garantizan la supervivencia política de los firmantes por algún tiempo.

Pero como siempre, el drama de Israel es el tema de la defensa nacional.

Los últimos meses han sido durísimos a causa de la pandemia que afecta el mundo, sin que fuera Israel la excepción.  Se puede decir hoy que el tema se ha manejado bastante bien, en comparación con otros países.  Pero los efectos económicos, y psicológicos, están por verse aún. Ha sido en muy buena medida la pandemia, el catalizador para llegar a un acuerdo de coalición que, vistas las tres campañas electorales que lo preceden en el lapso de 18 meses, hubiera sido impensable.

El nuevo gobierno de coalición enfrentará una situación intensa y de presión.  El Plan del Siglo de Trump, ya fue presentado.  La pelota está en cancha israelí.  Con el gobierno formado, la administración americana en campaña electoral ha de requerir decisiones y acciones.  Muchos asuntos domésticos y no domésticos en juego.

Benjamin Netanyahu jugó la carta de ir a elecciones no como partido, sino más bien como bloque de derecha, cerrando filas en un tema vital: el futuro del proceso de paz, o de la anexión unilateral o como queramos llamarlo. El presidente Trump ha presentado una iniciativa que supone la mejor posición que gobierno israelí pudiera haber aspirado en términos reales.

Pero seamos honestos.  El plan de Trump es muy valioso para Israel en cuanto al reconocimiento de verdades históricas, de hacer justicia a muchos planteamientos.  Pero es también un plan realista y, en muchos aspectos, no es distinto en cuanto a planes e iniciativas anteriores, a no ser por la redacción y la buena intención respecto a su aliado israelí.

Si Benjamín Netanyahu hubiese logrado una coalición con su bloque de derecha en exclusiva, hubiera sido un gran triunfo doméstico.  Espectacular.  De hecho, logra mantenerse ya como Primer Ministro. Pero muy probablemente, algunos de sus socios no hubieran aceptado todas las propuestas del Plan del Siglo, por razones de ideología.

Con Azul y Blanco como socio de coalición, Netanyahu debe proceder igualmente a implementar las acciones que se prescriben en el Plan, al ritmo adecuado que permita capitalizar las ventajas que se tienen en varios aspectos, sin dejar de lado que no todo es posible de lograr.

El respaldo de Azul y Blanco es la patente que le permite ceder en ciertos temas, aquellos que sus constituyentes originales del bloque de derecha no permitirían.  Y es ese respaldo el que le permite aceptar, implementar, pasar la pelota de la cancha propia a la de los otros jugadores de este juego ya muy largo, peligroso y tedioso. Para lograr avanzar, se debe tomar lo bueno del Plan, y por ello ceder en algunos aspectos que son desagradables.  Es decir, obtener lo mejor posible, que no es todo lo que se deseaba.

Quizás, esto es solamente posible en una coalición con Azul y Blanco.  Más heterogénea, más pragmática.  Con concesiones dolorosas.  ¿Mejor que la situación actual? Esperemos que sí.

Benjamín Netanyahu la jugó muy bien para permanecer como Primer Ministro.  Si su ambición real es pasar a la historia como quien trajo una situación de paz a Israel y el Medio Oriente, y para ello visualizó una forma de lograr un gobierno de coalición con partes encontradas, capaces de ceder en sus propias posiciones para lograr un acuerdo de paz, estaríamos ante un estadista de muchos quilates.

Ya Israel tiene Primer Ministro… ¿tendrá un verdadero estadista?

[email protected]

Compartir
Subscribirse
Notificarme de
guest
0 Comentarios
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios