Cuidemos la memoria, el monstruo antisemita siempre está al acecho

Liga de la Defensa Judía fundada por el rab. Meir Kahana en Nueva York en 1968 Foto: Wikipedia - CC BY-SA 3.0

El 20 de enero de 1942 marcaría otra orientación a esa guerra sucia, horrorosa que ya había comenzado el 1 de septiembre de 1939 cuando la Wehrmacht lanza su Blietzkrieg, su guerra relámpago con sus bombas sorpresivas sobre Polonia, iniciándose así la Segunda Guerra Mundial. ¿Pero qué hace a esa divisoria de aguas, a esa diferencia que marcaría un nuevo paradigma en cuanto a la criminalidad humana en tiempos de guerra? La conferencia de Wannsee, el 20 de enero de 1942 donde 15 altos jerarcas nazis de la más pura estirpe de los SS alemanes se reúnen en esa residencia palaciega en las afueras de Berlín, expropiada a un industrial judío alemán y que bajo los más siniestros eufemismos éstos 15 canallas decidirían el triste destino de los judíos europeos. Es allí donde proponen “enviarlos al Este” eufemismo que encubre las palabras campos de concentración y “despachados”, sinónimo de exterminio, con excusas banales de aniquilar a la raza no aria, entonces inferior, siendo ellos los judíos, gitanos, eslavos, pero tras esa pantalla de humo había un verdadero argumento que era el de robo y apropiación del patrimonio de los Camondo, los Rothschild entre muchos otros, de usar mano de obra esclava para incrementar el usufructo de la industria alemana venida a menos tras la derrota de la Primera Guerra Mundial y el pago y pérdida de territorios según lo establecido en el Tratado de Versalles.

Entonces, la fiera queda desatada y comienzan los exterminios en las cámaras de gas en Auschwitz, Treblinka y muchos otros campos de concentración.

Cabe también destacar que en julio de ese año 1942, para ser más precisos , el 16 y 17 de ese mes, los alemanes en París con el consentimiento del gobierno de Vichy, y el Mariscal Pétain a la cabeza, se lanza una razia, del llamado Velódromo de Invierno, donde allí son hacinados 13.000 judíos, en su mayoría niños menores de 16 años, edad que destacamos pues por debajo de esa edad eran enviados directamente a las cámaras de gas junto a sus madres por ser considerados desechables y no productivos como mano de obra esclava. Luego del Velódromo, tenían una parada intermedia en los campos de concentración franceses de Drancy, Pithiviers y Beaune-la-Rolande antes de ser enviados finalmente a morir en Auschwitz-Birkenau.

Cabe destacar que Francia había alojado a un montón de judíos alemanes que escapan de su país natal luego de que Hitler en 1933 asume el poder.

Pero los franceses nunca se han caracterizado por su amor a los judíos, siendo acérrimos antisemitas, cosa que hoy en día los vemos aparecer nuevamente a cara descubierta, y no daban nacionalidad francesa a los pobres refugiados que pasan a ser apátridas dado que Alemania les había retirado su ciudadanía.

Tenemos como ejemplo al filósofo alemán Walter Benjamín que escapa a la frontera franco-española en 1940, y al no dejarlo pasar se suicida en Portbou. La escritora rusa radicada con su marido y dos hijas en París, Irene
Nemirovsky que es deportada a Auschwitz y luego seguiría su esposo, donde ambas niñas quedan al cuidado de la niñera, siendo que la madre de Irene que vive en Niza no quiere hacerse cargo de ellas. Parece que la guerra mostró las peores vilezas en ambas partes de la contienda. La filósofa alemana Hanna Arendt, deportada a Drancy junto con su madre, logra escapar y emigra a los EEUU.

En cuanto al Velódromo de Invierno en París muy pocos lograron sobrevivir a Auschwitz, pero hubo una niña de 13 años, de origen alemán radicada en Paris junto a su madre y hermano menor, que logra escabullirse del Velódromo, cargando sobre si la culpa de que su madre y hermano mueran en Auschwitz, su nombre es Ilse Landerman, cuya historia es rescatada en la novela de Juana Salaber y que esta historia, como la de los sobrevivientes que aún están con nosotros, hace que no debamos perdonar, pero sobre todo, no olvidar esa barbarie, pues nade impide que el monstruo antisemita se vuelva a despertar, y de hecho poco a poco lo vemos asomar.

Debido a ello ninguna historia es repetitiva, sino que con cada una de las nuevas vueltas que damos sobre ella nos convoca a recordar, a no perdonar, a rescatar nuestro origen, a poner nombre a nuestros muertos, a que no sean tan sólo un número anónimo de 6000000, sino que aunque sus tumbas estén allá flotando en las cenizas rumbo al cielo, debiéramos poder tildar sus nombres, y dar nuestro sentido homenaje a aquellos que murieron para que nosotros podamos tener una continuidad digna, no por ser judíos, sino reclamar nuestro derecho como seres humanos, que nadie es inferior, sino aceptar y convivir con y en las diferencias étnicas, culturales, políticas y religiosas, pues de no hacerlo nos convertimos en aquello que hemos rechazado, en esos que nos han martirizado. Está el lado de los unos y los otros y ambas partes deben poder asumir un nuevo contrato de convivencia, de tolerancia, de amor, sinó ¿qué destino queda en este mundo que hoy nuevamente se torna tan intolerante, beligerante y segregativo?

Las cartas están echadas, es responsabilidad de cada uno que habrá de hacer con ellas.■

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