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1 mayo, 2019 , ,
Una abuela y sus nietos marchan sin saberlo hacia la cámara de gas en Auschwitz. Foto: Wikimedia - Dominio público

El nazismo ha establecido una nueva modalidad de ejercer el Mal sobre los humanos, declarados en primera instancia como sub-humanos, comparados con bacilos, ratas y demás injurias.

Por lo tanto se establece la diferencia entre las distintas acepciones del concepto de Mal, entre Mal radical en la definición kantiana, a banalidad de Mal (Böse), término que lo introduce Hanna Arendt junto al filosofo Kart Jaspers y que su uso luego del juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén fue mal interpretado por la mayoría de las personas, incluso por Gershom Sholem en una carta que le envía a Hannah Arendt.

Cuando ella tilda de banal el actuar de este nazi no es que minimiza su obrar sino que lo ve “a el como demasiado humano”, que no lo ha hecho ni como un sádico, un monstruo o un psicópata, sino que simplemente no vio al otro como un par sino un desecho, una nada, al cual se le podía hacer cualquier cosa dada su omnipotencia como un superior alemán amén de nazi. También su cumplimiento era para escalar en su estatus militar, agradar a sus superiores, no importando las consecuencias crueles de sus actos. O sea, obra con total liviandad no haciéndose responsable por las consecuencias de tal maldad.

¿Qué se quiere significar con actos banales? Cuando se minimiza el sufrimiento del cautivo, es más, primero ni se lo registra como ser humano, y segundo no se toma en cuenta que el obrar del sujeto nazi con su crueldad no es vista por él como tal, por ende, puede hacer sufrir al otro, ese invisible que tiene frente a él. No comparte con el hacinado en Auschwitz ningún lazo comunicacional, solo lo que hemos nominado La lengua del horror, y acompaña a ese no reconocimiento del otro con todo tipo de atrocidades, como ser hacerle cargar piedras ida y vuelta con el solo fin de doblegar su condición humana, a veces darle de comer sus propias heces, algunos para sobrevivir robaban la comida de los perros de los SS, hacerlos caminar en la nieve largas distancias, hambreados, desarropados, sin calzado adecuado, sin motivos aparentes, sin pasiones ni odios, tan sólo con el Banal argumento de acatar las órdenes en honor a la Vaterland.

El acto de malicia no es banal para el que lo padece, pero sí lo considera banal, sin importancia, sin culpa, desafectivizado, el SS que lo realiza, inclusive la población civil.

El sobreviviente polaco Wolf Weil refiere que una vez finalizada la guerra ve como los propios polacos asesinan a balazos a una familia que sale de su escondite por pura maldad y sin conmiserarse de los pobres desahuciados. Es así como afirma: “Nunca volví a Polonia, ni siquiera de visita”. Es el mismo argumento que me vino de mis padres también sobrevivientes del Holocausto.

¿Cómo llegan a realizar tales actos banales buenas personas, padres de familia, sin sentir por ello ni culpa ni arrepentimiento? Es debido a un trabajo planificado, calculado de parte del régimen nazi. O sea, se llega a empujar a tal crueldad sin que el sujeto del nazismo ni siquiera note que la está realizando cuando se dan determinadas condiciones.

  • Al injuriado se le quita su ciudadanía y es considerado un apátrida, un paria, o sea, haga lo que se le haga no tiene a quién acudir, legalmente hablando, en su defensa.
  • El que comete esos actos de crueldad sobre judíos y demás seres marginados no recibirá castigo alguno.
  • Es preciso que se desanude la pulsión de muerte en la invención freudiana, esa que si bien es de estructura, una vez desanudada se autoriza a traspasar todo límite antes no permitido, y cuando se traspasa esa frontera acontece “el otro lado del principio del placer, el Jensait, entonces todo es posible, es la contra cara de la civilización llamada barbarie, pero lo particular del nazismo es que dicha barbarie no es reconocida como tal, de allí que es banalizada.

Se nos impone la pregunta de ¿cómo se sobrevive frente a tanta maldad? No hay reglas, algunos no pudieron superar el dolor frente a tanta barbarie y se suicidaron, otros se propusieron sobrevivir para poder contar y traer hijos al mundo, otro en cambio como Imre Kertesz decide no ser padre una vez liberado de Auschwitz. Otros como mis padres guardaron un profundo silencio, nunca hablaron del tema y ese silencio para mi ha sido siempre ensordecedor. No hay nada más ruido estruendoso que la mudez cargada de muerte. Todos ellos intentaron desprenderse del dolor por la pérdida de sus seres queridos. A ninguno de ellos los vi llorar. A todos ellos se les secaron sus lágrimas. La banalidad del Mal les había atravesado el cuerpo.

Para concluir tomamos las palabras de Primo Levi cuando afirma: “los monstruos existen, pero son pocos para resultar realmente peligrosos. Más peligrosos son los hombres normales”.

Esa sería la mejor definición de Banalidad del Mal, de alguien que lo padeció y que se quita la vida cuando ve que el mundo no ha aprendido nada de la barbarie nazis y que comienza a negar tal masacre otra vez.

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