Bielinsky, víctima del nazismo: El antisemitismo vuelve a ser aceptable

Pirineos Foto: ilustración Michel Huché Pixabay

Algo de suerte, la pericia de sus padres y la solidaridad de muchas personas conforman la receta que permite a Françoise Bielinsky seguir contando su historia por el mundo a sus 82 años, después de haber cruzado los Pirineos para huir del nazismo en 1942.

La enorme vitalidad de esta venezolana de adopción la ha traído varios días a Nueva York para acudir a la inauguración en el Instituto Cervantes de «Perseguidos y Salvados. No querían que existiéramos», una muestra y documental que recoge su historia y la de otros refugiados judíos que atravesaron los Pirineos.

Con el empeño de que esa historia no se vuelva a repetir, Bielinsky lamenta que siente que el antisemitismo «vuelve a ser aceptable».

Precisamente, pocos días después de estas afirmaciones cinco personas murieron -dos de ellas judíos- a pocos kilómetros de allí, en Jersey City, porque dos tiradores tenían como objetivo una masacre en una tienda kósher.

Tras pasar por España, Bielinsky y su familia acabaron en Venezuela, hacia donde lograron zarpar gracias a la presión y ayuda de los campesinos del pueblo de Les, en el Valle de Arán.

En Venezuela, Bielinsky relata que su familia no hablaba de lo que había pasado, aunque sí recuerda ser consciente de la tristeza de su madre, que había perdido a varias de sus hermanas en el campo de concentración de Auschwitz.

Françoise Bielinsky convive con el hastío que le produce volver a tener la sensación de que hay grupos que buscan expandir la idea de que «los judíos son los culpables de todos los males».

Mientras este movimiento antisemita a su juicio se recrudece, admite que durante toda su vida siempre ha convivido con la sensación de no poder decir que era judía porque lo relacionaba con algo malo, con la huida constante y con la carga de que ese hecho le produjese vergüenza.

«Cuando era pequeña y se hablaba de judíos yo me ponía roja. Una vez en Francia nos dijeron que no se creían que fuésemos judíos porque no teníamos cuernos», señala Bielinsky, quien agrega que tampoco pudo ir a un colegio hebreo y que su familia tuvo mucha suerte de poder entrar en Venezuela en un momento complejo en el que la entrada a judíos y chinos estaba prácticamente vetada.

En este sentido, relata que su padre decidió ponerle a ella y a su hermano nombres no hebreos que pudiesen pasar desapercibidos.

«Mi hermano se llama Reinhold, que más alemán imposible, y a mí me pusieron Françoise, muy común, porque ya nací en París», rememora Bielinsky, que añade que sin embargo todo el mundo la conoce como «Paquita» después de que un guardia civil que les ayudó en el Valle de Arán y les selló el pasaporte para marchar le dijese que «en España a las Franciscas las llamamos Paquitas».

Su padre, Avraham, sastre de profesión, siempre fue dos pasos por delante de la persecución. Su destreza, fortuna y olfato para el peligro salvó a su familia en una ristra de ocasiones. Como sucedió cuando decidió huir de Alemania antes de que fuese demasiado tarde o cuando logró escapar del campo de concentración de Blois «porque los franceses no estaban muy bien organizados».

También tuvo especial suerte al encontrarse con su «justo», Victor Mesplé Somps, también sastre y miembro de la resistencia. Este francés le ayudó a reunirse con su familia y con los contactos para pasar los Pirineos con la ayuda de dos jóvenes guías republicanos.

«El factor suerte nos acompañó en todo momento, pero no estaríamos aquí si no fuese por la familia Mesplé Somps», subraya Bielinsky, que lamenta que más adelante este sastre fuese traicionado y llevado a un campo de concentración, donde fue asesinado.

¿Pero qué recuerda Bielinsky de todo ese periplo? Señala que aunque solo tenía cinco años, tiene algunos recuerdos «claritos», como las constantes sirenas en París o el llanto de un niño en la oscuridad de un sótano en el que se tuvieron que esconder.

Aunque sus recuerdos de aquella huida son pocos, apunta que la investigación liderada por el profesor de la Universidad de Lleida Josep Calvet que ha derivado en la producción del documental le ha ayudado a «rellenar» su historia.

Gracias a ese trabajo investigador también se han señalizado las rutas pirenaicas utilizadas por los judíos durante la Segunda Guerra Mundial para huir del nazismo y pueden ser visitadas.

Esto es fundamental para Bielinksy, porque «la historia tiene que contarse. Porque ojalá que nunca se repitiera para ningún grupo minoritario, pero parece que no está siendo así», reflexiona.

Después de muchos años, Françoise Bielinsky continúa aportando su grano de arena para concienciar sobre el Holocausto, aunque dice que no se considera «sobreviviente» como sí cree que lo fueron sus padres.

«Yo pude haber sufrido, pero no hay comparación. Yo no me considero sobreviviente, no recuerdo tener hambre. Siempre estuve amada y protegida. Eso es diferente que haber sobrevivido directamente a campos de concentración», manifiesta.

Bielinsky asegura que no le gusta decir que está «traumatizada», pero sí afirma estar muy «empapada» de la historia y lo que sucedió.

«Tengo demasiados libros sobre el Holocausto y la historia. Trato de saber y divulgar lo que sé para que la gente lo sepa y no se repita», concluye desde la Gran Manzana, Nueva York. EFE

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