Netanyahu obtuvo 36 esca;os en las [ultimas elecciones. Foto: Reuters

El lunes 3 de marzo de 2020 se realizaron comicios en Israel, por tercera vez en menos de un año.  Los resultados, por tercera vez, no arrojan aún la posibilidad de una coalición que logre los 61 escaños necesarios para gobernar.

Esta situación es sencillamente dramática. Un país sometido a varias y muy peligrosas amenazas, se debate en las urnas electorales mientras sus enemigos tienen urnas preparadas para otros fines. La polarización del espectro político israelí está en varios campos: en la secularización contra la ortodoxia, entre la izquierda que pretende territorios por paz y la derecha que pretende medidas unilaterales, entre una economía más de mercado contra otra algo más social.  Varios temas.

Pero el principal, único ciertamente de campaña y de negociaciones para formar gobierno, es Bibi.

Como líder de su partido, el Likud, y como líder de un bloque que el mismo ha venido consolidando en una especie de partido republicano israelí, Bibi ha sido el de mejores resultados en las últimas elecciones.  Quienes no le conceden la victoria luego de sumar 58 posibles escaños, tampoco le atribuyen la derrota.

Bibi tiene tres causas que lo llevarán a juicio.  No es culpable aún, pero en un esquema de considerarlo culpable hasta que demuestre su inocencia, los adversarios políticos del Primer Ministro exigen que se retire de su posición, y no se le considere apto para formar gobierno.

El bloque que lidera Azul y Blanco no llega a consolidar una coalición, a menos que consiga respaldo de la Lista Conjunta, una sociedad de partidos árabes-israelíes.  Esto no sería nada raro, ni debería llamar la atención en un país democrático, donde viven cientos de miles de árabes.  Si algo debería resaltarse, es precisamente el carácter plural de la democracia israelí, que permite a una minoría disidente concurrir a las elecciones, y ser el fiel de la balanza en situación tan delicada.  Sin que se esgriman argumentos para impedirlo, como crisis, estado de emergencia y cosas por el estilo.

Esta situación misma es de alabar, con todo y lo delicada.  Israel es una democracia que permite la participación activa incluso de los detractores del estado.  De los internos.  A los externos, que les sirva de lección de democracia y libertad, a ultranza.

Azul y Blanco cuenta entre sus filas a tres generales que fueron Jefe de Estado Mayor, el más alto cargo del escalafón militar.  Gaby Eskenazi, Moshe  “Boogie” Yaalon y Benny Gantz.  Yaalon fue incluso Ministro de la Defensa, bajo Netanyahu.  Para lograr desbancar a Bibi, se necesita también una alianza con Avigdor Lieberman, un sagaz político que tiene animadversión a Netanyahu, y quien fue también, entre otros cargos, su Ministro de la Defensa.  Por cierto, que para ello Netanyahu hubo de prescindir de Yaalon.

El eventual pacto con la Lista Conjunta es legítimo.  Parte del juego democrático y del mecanismo de formar gobierno.  Los diputados de la Lista Conjunta no consideran que Israel debe ser un estado judío, algunos de ellos han aplaudido las acciones de terrorismo y de terroristas.  Son algo más que la representación de una minoría disidente. Están en contra del estado como tal. Para sacar a Bibi, todo es válido.  Pero debe decirse, es acorde con la legislación israelí.  El imperio de la legalidad.

En la lista conjunta está Ahmed Tibi, el cerebro de la estrategia electoral de la Lista Conjunta.  Otro político sagaz, que tiene a Bibi entre ceja y ceja. También lo tienen entre ceja y ceja sus demás compañeros de lista. Los mismos que reniegan de la Ley del Retorno, no han de  considerar a Irán una amenaza, o tienen a Smir Kuntar como una especie de héroe. Sólo por citar uno que otro aspecto.

No cabe duda que contar en Azul y Blanco con tres generales de la talla de los mencionados antes es garantía de seguridad y estabilidad.  Pero, no es menos cierto que las alianzas que se asoman resultan, cuando menos, peligrosamente extrañas.  Aún dentro de la estricta legalidad y como parte de la dinámica electoral. ¿O no?

Esta es la historia de Bibi, tres generales y Ahmed.  Bibi contra Tibi. Democracia total. A ultranza. Sólo en Israel.

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