Arabia Saudita, la lucha por el poder y el trono

Donald Trump y el rey Salman en la danza tradicional ardah Foto: Shealah Craig Casa Blanca

El rey Salmán bin Abdulaziz y su hijo y heredero al trono, Mohamed bin Salmán, se han inmerso en una nueva ofensiva contra Irán y sus aliados regionales, y contra figuras políticas, económicas y religiosas sauditas, mientras predican unas reformas que prometen el regreso a una «Arabia Felix».

Una estrategia, que analistas consultados ven como parte de una proyecto inaugurado con la entronización de Bin Abdulaziz en 2015 para allanar el camino al trono de su hijo y centralizar la toma de decisiones tradicionalmente adoptadas en virtud del acuerdo de diferentes círculos de poder.

«El objetivo (de Bin Salman) es tener más espacio político para la sucesión y eventualmente llegar a ser rey en los próximos meses y aún más espacio para hacer políticas. La idea es tener más poder en un sistema que tradicionalmente exigía la participación de muchos elementos de la familia real, del poder religioso y de la burocracia para que las decisiones importantes salieran adelante», dijo Luiz Pinto, analista del centro Brookings de Doha.

Un planteamiento que comparte el experto del centro de estudios Carnegie de Beirut, Mohanad Hage Ali, que asegura que «antes, el sistema saudita era horizontal y las decisiones se tomaban después de consultas, pero en la actualidad, es vertical».

El jefe de la Guardia Nacional, Muteb Bin Abdulá; el multimillonario Al Walid bin Talal; el ministro de Economía, Adel bin Mohamed, y varios magnates de los medios de información, fueron detenidos el pasado 5 de noviembre junto a decenas de príncipes y funcionarios acusados de corrupción, en una purga sin precedentes en Arabia Saudita.

Esta campaña contra figuras del poder político y económico siguió a otra más silenciosa, pero denunciada por varias ONG, que afectó a dirigentes religiosos contrarios a la nueva corriente impulsada desde Palacio y cuyo objetivo es desembarazarse de obstáculos internos para poder lograr sus fines.

Príncipe heredero Mohammad Bin Salman bin Abdulaziz Al Saud Foto: Departamento de Estado de EE.UU. Dominio Público

La dimisión del primer ministro libanés, Saad Hariri, el 4 de noviembre, y la amenaza lanzada contra Teherán por Arabia Saudita, cuyas autoridades aseguraron que se reservan el derecho a responder a las «acciones hostiles del régimen iraní», después de que los rebeldes hutíes chiíes de Yemen lanzaran un misil contra Riad, serían una muestra de estas decisiones unilaterales.

La implicación directa en la guerra civil yemení en marzo de 2015, o la decisión de bloquear a Qatar, en marzo de este año, tras acusarlo de apoyar el terrorismo, son ejemplos del nuevo sello político de Bin Salman, cuyo primer gran rédito político fue ser nombrado heredero en junio de este año en lugar de su primo Mohamed bin Nayef.

Una impronta que ha tenido también su paralelo en la economía con la Visión 2030, presentada en abril de 2016, cuyo objetivo es construir una nueva seguridad financiera para Arabia Saudita o el anuncio, el pasado octubre, del megaproyecto urbano y futurista NEOM.

Para Pinto, «cuanta mayor agresividad, mejor para el proceso de centralización, legitimidad y fortalecimiento del príncipe heredero».

«Todas las acciones van a estar relacionadas con ese proceso de consolidación interna», según el analista, quien no descarta que una vez que Bin Salman asuma el trono, se puedan relajar las actuales tensiones con Irán y sus socios regionales.

En este sentido, tanto Pinto como Ali se muestran convencidos de que la dimisión de Hariri, estrecho socio de Riad, fue forzada por la Casa de Saud, para perjudicar al grupo terrorista chií libanés Hezbollah e indirectamente a Irán.

«La idea es bloquear este aumento de influencia y poner en jaque la legitimidad del Gobierno (libanés), indirectamente liderado por Hezbollah», según Pinto, para quien esto también se enmarca en una actitud proactiva para frenar la influencia iraní.

Ambos expertos tampoco descartan que el misil lanzado por los hutíes contra Riad fuera la reacción iraní ante la renuncia de Hariri, como parte de la guerra fría en la que está inmerso Oriente Medio, lo que explicaría la violenta reacción de Arabia Saudita, que aseguró que podría considerarlo como un «acto de guerra» por parte de Irán.

Sin embargo, en Arabia Saudita muchos ven las cosas de manera muy diferente, como la escritora Hama Akeel, que un reciente artículo en Arab News calificaba las nuevas medidas como «el verdadero despertar» hacia un islam moderado y un «futuro dirigido por la tecnología».

«Con el regreso al islam moderado y la extirpación de la corrupción, el príncipe heredero Mohamed bin Salman, está haciendo volver a Arabia Saudita al camino del que se apartó después del asedio de la gran mezquita de La Meca en 1979», aseguró Akeel, que dibuja un pasado casi idílico anterior a dicha fecha.

Akeel se refería al asalto de dicho templo por un grupo armado extremista que, para ella, marcó un antes y un después en la política del reino, que desde su fundación, en 1932, adoptó la corriente de pensamiento wahabí, caracterizada por su rigorismo y ultraortodoxia dentro del islam suní. EFE y Aurora

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