La storia dei campi di distruzione dovrebbe venire da tutti come un sinistro sígnale di pericolo (Primo Levi- Se Questo É un uomo)
Por qué la escritura ha sido esa herramienta, ese conducto o salvaguarda que han usado generaciones de judíos, intelectuales o no, de tener esa necesidad de aportar un saber, a expresarlo por escrito al punto de exprimir su excelencia. De ahí la tradición de “Am Hasefer”, el pueblo del Libro, no sólo por el Gran Libro que es la Torá, sino por lo que los judíos atesoramos en nuestras bibliotecas para así nutrir nuestras mentes. Walter Benjamin en su exilio forzado de su Berlín natal camino a París y luego a Ibiza, cada vez que podía, pedía en sus cartas le enviasen sus libros. Mantuvo una frondosa relación epistolar con Gershom Sholem, ya emigrado a Palestina, cita a la cual Benjamin no acudió, y que lamentablemente le costó la vida.
Sholem refiere de su amigo que “el modelo judío no era el Midrash en el sentido profundo que hoy ha revelado poseer, sino algo mucho más sencillo: la idea de la salvación frente al dilema fascista por medio de la Escritura” y justamente Walter Benjamin apeló a esa herramienta sobre todo fuera de Alemania, en su penosa huída para salvar su vida, cosa que no lo logró dado que al no poder pasar la frontera entre Francia y España se suicida a finales de 1940.
Escribir, ¿que connotación tiene para un sobreviviente que hace que quiera dejar por escrito su testimonio frente a la barbarie sufrida?
Es así como Paul Celan escribe ese sentido poema, Todesfüge, en esa rima cadenciosa, triste, que marca una letanía, ese sabor a muerte del hacinado en Auschwitz, con su letra que repite, Leche negra del alba te bebemos en la tarde, te bebemos al mediodía y en la mañana te bebemos de noche bebemos y bebemos, cavamos una tumba en los aires donde no estamos estrechos, en esa amplitud que finalmente libera, diversa del camastro ahogado, inerme, angosto de ese cuerpo ya un deshecho que yace allí, junto a tantos otros desesperados. Y a pesar de su decir, su cifrado, no alcanzó a eludir su suicidio. El Sena fue testigo de su última morada.
Y entonces Primo Levi. Sus ancestros emigraron de una España inquisidora, y es así como Italia los aloja. Nace en Turín el 31 de julio de 1919, o sea, este año celebramos el centenario de su venida al mundo. A este mundo problemático, del cual él se cría entre dos guerras y será víctima de la Segunda Guerra Mundial dado que es llevado a Auschwitz, lugar del que logra sobrevivir.
Viene de una familia de intelectuales, un padre ingeniero electrónico, trabajará en el extranjero, Bélgica, Francia y Hungría, hasta que finalmente en 1917 se desposa con Ester Luzzati, madre de Primo.
Su secundaria la cursa en el Gimnasio-Liceo D´Azelio, lugar que elige su familia dado que se caracteriza por tener docentes ilustrados y oponerse al fascismo del Duce.
Primo es un estudiante tímido que se interesa en la química, la biología y la historia de Italia. Una vez finalizada la secundaria se inscribe en la Facultad de Ciencia para hacer la carrera de químico.
En el año 1941 fallece su padre de un cáncer y él debe ayudar económicamente a su familia. En 1942 Primo y algunos de sus amigos adhieren a un grupo de militantes antifascista. Entra en el partido d´Anzione que es clandestino.
En 1943 la fuerza militar alemana invade el norte de Italia hecho que habría de cambiar la vida de los judíos italianos, incluso aquellos convertidos al catolicismo. En ese año Levi se une a un grupo de partisanos que operan en Val d´Aosta, pero en la mañana del 13 de diciembre es arrestado junto a otros dos compañeros y puesto preso en el campo de concentración de Carpi-Fóssoli. Pero lamentablemente no queda detenido allí dado que es enviado al campo de concentración de Auschwitz en Polonia, en febrero de 1944.
En su libro “Si esto es un hombre” relata como fue ese viaje camino al infierno de Auschwitz. En su vagón estaban hacinadas 45 personas, también madres con niños y bebés hambrientos, puestos alli sin piedad, encerrados cual ganado camino al matadero.
Antes de ser arriados a los vagones relata cómo los alemanes hacen un recuento de los allí presentes. La pregunta del oficial nazi de cuántos son, la hace de forma inhumana y desafectivizada, dice: “Wiefel Stück?” cuántas piezas, cosas, o pedazos, no pregunta por cuántas personas, a lo que el subalterno responde: 650, un número, una cifra, nada más. Y oye el camino a dónde se dirige el tren: Auschwitz, “un nombre privado de todo significado” dice, y agregamos: Aún. Luego, más tarde, será el signo de la Maldad absoluta, tanto para el sobrevivientes como así mismo su sólo nombre cambiará el destino de la Historia de la humanidad de Occidente.
El considera que sobrevive a ese horror dado ciertas circunstancias azarosas. El hecho de que entendía muy bien el alemán y que fuera químico entonces es usado como mano de obra esclava para la fabricación del caucho sintético. Refiere que el suicidio era un hecho filosófico y no fáctico, sólo una facultad del pensamiento pues lo que apremiaba y torturaba al cautivo era el frío, el hambre, el miedo.
Otro factor azaroso que colaboró con que Primo Levi sobreviviera es que estuvo en el Lager un año, o sea, no desde el comienzo de los campos de concentración.
Una vez liberado el campo con la venida de los rusos, deambula por varios meses en la Europa Oriental. Le lleva mucho tiempo volver finalmente a su Turín natal.
Ni bien regresa de su cautiverio escribe “Si esto es un hombre”, libro que nadie quiere editar dada su crudeza donde él vuelca en el libro la indignación y la brutalidad ejercida de un humano sobre otro pero no visto como tal. Lo considera un acto, un yo que acusa, no de provocar ninguna represalia ni una punición, sino un crudo y doloroso testimonio para que el mundo sepa. Pero no obstante, o quizás por ello, ninguna editorial lo quiso publicar. La guerra estaba aún muy presente y la culpa de los que no pasaron por el horror de Auschwitz también. Años más tarde la editorial Einaudi lo habría de editar hasta el presente siendo un éxito editorial.
En 1965 es invitado a Auschwitz por una conmemoración polaca, hecho que no le agradó, ya no es el Auschwitz de sus recuerdos ni de su tortura, dice que todo estaba acomodado, pulido, diríamos “maquillado” y superficial.
Pero a medida que el tiempo avanza él ve que le mundo ya ni se acuerda de los horrores de los campos de concentración, o que los cuestiona si en verdad han existido, y dice “en verdad no han aprendido nada”. Pensamos que éste ya no era su mundo, que el sobreviviente a pesar de toda su escritura siempre habrá de quedar en él un reducto improferible, una línea invisible entre los unos y los otros, esa zona gris que él bien describió, ese lugar en el que los que estuvieron dentro nunca terminaron de salir y los de afuera nunca habrán de entender.
Es así como el 11 de abril de 1987 “cae” de la escalera de su casa de siempre en Turín, ¿accidente? , yo más bien diría un decir basta, “este mundo ya no me pertenece ni yo a él”.
Queremos aportar ciertos datos que confirman la conjetura de Primo Levi en cuanto a que el mundo banalizó lo acontecido en Auschwitz, no quiere recordar, no quiere saber, no se quiere responsabilizar. En diciembre de 1963 se reabre otra vez, luego de los juicios de Nuremberg, uno nuevo en Frankfurt, donde se interrogan a 1300 personas, testigos y sobrevivientes, al cual se le dio poca prensa, que se llevó una investigación para ratificar si realmente ese juicio se llevó a cabo.
Tenemos las palabras crueles del Ministro de Justicia de Bonn, el Sr. Bucher que apela a “que los asesinos que hay entre nosotros se los dejara en paz”.
Parece que tener una justicia corrupta hoy en día viene de larga data y en ese sentido el nazismo nos aportó más de un paradigma de maldad. Durante el juicio los criminales nazis de Auschwitz lo que hicieron fue reírse, mofarse, su falta de respeto al tribunal y una posición amenazante al público allí presente. Lo más asombroso fue que una vez delatados sus nombres siguieron viviendo con respeto y no segregados por su comunidad, más de uno debía de verlos cual héroes dado que masacraron a tantas “ratas judías”.
La otra institución que no se pronunció contra la masacre nazi y la Solución Final fue el Vaticano. El Papa Pío Xll disponía de toda la información en relación a la deportación de los judíos italianos al “Este”, que en primera instancia antes de ser enviados a Auschwitz fueron concentrados bajo sus narices, o sea, bajo las ventanas del Vaticano, y este Papa, ni durante la guerra, ni una vez finalizada ésta se pronunció contra este acto criminal, denotando con ello la adhesión política del Vaticano respecto del Tercer Reich. Este argumento quedó demostrado cuando la Iglesia, como institución política y religiosa del Papa, no advierte a los jefes de gobierno de los países católicos el verdadero y criminal significado de la palabra “reasentamiento en el Este”, ¿por qué?, porque vieron en el nazismo la oportunidad de resolver a través de ellos “la eterna cuestión judía” y hacer la vista gorda cuando todos los buenos gendarmes católicos húngaros se afanaban en cazar judíos para el Eichmann Kommando de Budapest. ¡Negocios son negocios! Y deportar judíos claro que lo era y robar su patrimonio a costa de sus vidas qué importancia tenía, tanto ayer como hoy ir a la caza de judíos, ir a la caza de israelíes, que le importa al mundo siendo que es el nuevo argumento de los antisemitas disfrazados.
Gracias Primo Levi por tu sensibilidad, tu amor a la vida, tu mirada advertida, tu escritura única, Y es así como en su libro Si esto es un hombre dirá:
Considerate si questo é un uomo
Che lavora nel fango
Che no conoce pace
Che lotta per mezzo pane
Che muore per un sí o per un no….
En su libro La llave estrella que es de ficción y no testimonial, va a escribir que “el término libertad tiene, como es sabido, muchos sentidos, pero sin duda el tipo de libertad más accesible, más disfrutado subjetivamente coincide con el ser competentes en el trabajo y con el experimentar placer en su realización”. Y esta definición de trabajo como la dignificación del ser humano en su condición de libre está en las antípodas del cartel irónico de bienvenida en cada campo de concentración que recita Arbeit macht frei, que el trabajo los hace libres, siendo que allí el único camino a la libertad era la muerte.
Primo Levi, estarás en nuestra memoria por la eternidad. Y tampoco a él le alcanzó la escritura para cifrar y duelar tanta maldad. Quizas con este “acto de arrojo” el mundo finalmente haya aprendido lo que significa atreverse a tanta crueldad en relación a un humano no visto ni considerado como tal, cuando su vida pende del capricho de un canalla que decide su destino por un sí o por un no.■