526 Aniversario de decreto de conversión y expulsión de los judíos de España

Expulsión de los judíos de España - Cuadro de Emilio Sala - Foto Wikipedia

Isac Gliksberg (Montevideo, Uruguay)
El pasado 31 de marzo se cumplieron 526 años desde que los Reyes Católicos de España, con el apoyo del inquisidor antisemita Tomás de Torquemada, quien ayudó junto con sus colaboradores a confeccionar el texto del Decreto de Conversión y de Expulsión, de los judíos residentes en el país ibérico.

Es preciso ante todo aclarar que el mencionado Decreto del año 1492 obligaba a los judíos a abandonar su religión y convertirse a la religión cristiana. Aquellos que no lo hicieren, debían abandonar la península ibérica en un plazo de tres meses a partir de la promulgación del mencionado Decreto.

Es decir que, la aludida ley, obligaba a la conversión religiosa y, para aquellos que no lo hicieran, la expulsión del país.

Imagine el lector lo siguiente: en la actualidad, habiendo transcurrido más de cinco siglos desde aquel Decreto persecutorio, con lo avanzado de los medios de transporte y de comunicación actuales, lo difícil que es el traslado de un lugar a otro y la difícil vida en las condiciones de refugiados en la Europa actual, lo que sería hace cinco siglos atrás, salir de un lugar, España, donde habían vivido durante más de mil años, donde se había gestado un importante aporte judío en el comercio, la religión, la literatura, las artes, las finanzas, las costumbres a Sefarad (España) y viceversa, los españoles aportando a los judíos su idioma teniendo que partir lejos de su hogar hacia territorios totalmente desconocidos para ellos. Imagínelo el lector.

La gran mayoría de los judíos españoles optó por la expulsión, es decir, la emigración, antes que la conversión. Y no pocos de la minoría convertida mantuvo, en forma oculta, su religión judía aún, a riesgo de ser descubiertos con lo que ello podría significarles.

El Decreto fue una imposición legal despiadada, inhumana y sumamente injusta, por todo lo que los judíos habían aportado, durante más de un milenio, a los Reyes y a la sociedad de Sefarad.
Al momento de la emisión del Decreto de Conversión y Expulsión de Sefarad, los judíos ya habían sufrido en Europa, principalmente en Inglaterra, Francia, Alemania, muy violentos desalojos pero sin la obligación de la conversión.
Así ocurrió, sucesivamente, en los años 1182, 1190, 1290, 1306, 1323, 1394, 1450, 1488 y 1490. Entre medio, en el año de 1215, siendo Papa Inocencio III tuvo lugar el Concilio de Letrán IV, el que estableció muy fuertes medidas contra los judíos. El hecho de que los judíos tenían una fuerte presencia positiva de apoyo a la Corona hizo que los Reyes fueran tolerantes con los judíos sefaradíes.
En el año 1321, con la instalación de las Cruzadas en el Reino de Navarra, se establece que todos los que no estén en condiciones de pagar los elevados tributos que se les impone, serán vendidos como esclavos, perdiendo la totalidad de sus bienes, por el sólo hecho de ser judíos.
La peste bubónica que afecta a Sefarad hace que se acuse a los judíos de ser los responsables de dicha epidemia. Se les acusa de haber contaminado las aguas, dado que los contagiados por esta enfermedad eran muchos menos entre los judíos que entre los que no lo eran, cuando la razón por la cual esto era así, se debía a que los judíos, manteniendo sus costumbres de carácter bíblico, mantenían hábitos de higiene que hacía que fueran muchos menos los judíos que se contagiaban que los que no lo eran.

En el Siglo XIV, concretamente en el año 1378 y en 1391, en las juderías de la Corona de Aragón y la de la Corona de Castilla, se inician una serie de ataques diversos, incendios, saqueos y persecuciones y predicaciones de neto carácter antisemita y las sinagogas fueron convertidas en iglesias.

Particularmente en Castilla, los judíos debían lucir un específico distintivo rojo en sus vestimentas.

En el año de 1478 comienza, con la autorización del Papa Sixto IV, la expulsión de Castilla y de Aragón y en 1480, en Sevilla, se instalan los inquisidores primeros nombrados por los Reyes, dictando incluso sentencias de muerte, amén del pánico que se generó entre la población judía.

Merece repetirse lo que han señalado Esther Benbassa y Aron Rodrigue en cuanto a que España “fue tierra de asilo y tierra de fanatismno, de coexistencia y persecuciones, de guerra y de paz, de plenitud intelectual, económica pero también, de la peor persecución inquisitorial”.

Es decir, hasta el Siglo XV, Sefarad fue una tierra de coexistencia entre los pueblos pero no de integración entre ellos, de acuerdo a lo que fue aconteciendo a lo largo de su historia.

Y esto es tan así no obstante que en 1066 aparecen en Sefarad figuras intelectuales y artísticas, como poetas religiosos o seculares, de la talla de Salomón Ibn Gabirol, Haleví Ben Negrela, Moshe Ibn Ezra, Abraham Ibn Ezra o Yehuda Haleví que habían sido extraordinarios traductores de la lírica árabe al idioma hebreo, se produce en Granada, el primer pogrom del cual se tiene conocimiento en Sefarad, es decir, en España, con el asesinato de mil quinientas o más familias de origen judío.

La historia de Sefarad, hasta el año 1492, está plagada de trágicos acontecimientos contra los judíos y, más tarde incluso, contra los propios cristianos pero, no es una nota periodística como ésta, el ámbito adecuado para proseguir con este relato histórico.
El Decreto de Conversión y Expulsión de los Reyes Católicos de 1492 fue el antecedente más trágico anterior a la masacre del nacional socialismo alemán que pretendió, sin poder lograrlo, borrar totalmente al pueblo judío de la faz del planeta Tierra.
La Resolución legal contra los judíos de parte de los Reyes Católicos en España en el Siglo XV fue el producto de la intolerancia.

Hace pocos días oí decir al Cónsul de España en Uruguay que “según la actual legislación, ningún sefaradí es extranjero en España, porque está en su casa”. Y agregó: “Hace poco, un emigrante español me decía que hacía 50 años que no volvía a España. Yo le respondí -dijo el Cónsul de España- que conocía españoles que llevaban más de 500 años sin regresar”, refiriéndose en estos últimos a los judíos de Sefarad.

Terminó el Cónsul español diciendo: “Pero tanto uno como otros, llevan a España, a Sefarad, en sus corazones.”
Felizmente hoy, quinientos años más tarde, Sefarad está abierta para todos sus hijos.
Permítame el lector terminar este comentario periodístico con la siguiente expresión en ladino, el rico idioma de los judíos de España anterior al año 1492 y que pronto, tendrá su Academia oficial en Jerusalén.

Digo así: “Ke mos topemos de nuevo en fiesta, sin Mankura de ninguno e ke tengamos caminos de leche y de miel.”
Nunca más intolerancia entre los pueblos y que la paz y la fraternidad sea el ámbito de convivencia entre unos y otros.
 

 

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